El mundo de Trazere estaba gobernado por un contubernio de hechiceros, el Bloodwych, que hacía que todo fuera guay y feliz. Como siempre ocurre, uno de ellos, Zendick, decidió que era más divertido hacer el mal y emplear unos cristales mágicos para invocar al Señor de la Entropia y jugar a los bolos con los reinos de los hombres.
Lógicamente, los demás campeones del Bloodwych no iban a quedarse parados mientras su mundo se iba a hacer gargaras y les fue encomendada la misión de encontrar los cristales mágicos para frustar los planes de Zendick y, por que no, rebanarle el pescuezo. Por listo.